martes, 30 de mayo de 2023

Kelly Sailor y la frecuencia mortal (2)


El teniente de policía Peter Lloyd, acompañado por su hijastra Kelly Sailor, se dirigía rumbo a casa en un auto oficial por las calles de Fort Thomas, Florida. Lloyd estaba encargado del departamento de homicidios de la estación local, donde nadie dudaba del apego de Lloyd a su trabajo, a pesar de no ser tan efectivo como su capitán realmente querría. Kelly vivía con él y con su madre, Leticia. Era sábado y Kelly había ido a la estación con su padrastro para ver cómo eran las cosas por dentro. La pelirroja de 14 años era fanática de las historias de detectives, pero no se decidía entre seguir la carrera de su padre o algo más tranquilo, con menos balas. Por el momento prefería hacer su vida habitual, así como no descuidar sus materias en la escuela, donde la nombraron, de manera simbólica, detective escolar.

            — Peter, antes de llegar a casa… ¿podríamos pasar a comprar dulce de toronja? Hace tiempo que no pruebo el dulce de toronja.

           — Terminaste con una jarra de jugo hace dos semanas. ¿Cómo puede gustarte la toronja, por Dios?

            — No todos los paladares son iguales. Por ejemplo, odio las aceitunas negras que tanto te gustan. Prefiero las verdes rellenas con pimiento.

            — Está bien, si no surge nada, pasaremos por la tienda de la calle Rover.

            Mientras tanto, en el departamento 211, Ron Needles sentía ganas de festejar. Sin embargo, no había tiempo para ello. Limpió todas las huellas de Katz y Jenkins, dejando sin embargo las de Cassidy en la cómoda de la sala. Asimismo, destruyó el mapa de calles, colocó algunas sillas que había llevado a su dormitorio de nuevo en la sala, tiró el ponche en el lavabo, lavó los vasos con el veneno pensando en deshacerse de ellos más tarde junto con el whisky. Luego regresó al dormitorio donde tomó un par de esposas que tenía preparadas, asimismo un pañuelo grueso. Silbando, se dispuso a amordazarse él mismo para luego esposarse en el lavabo del baño cuando escuchó el timbre eléctrico conectado con la puerta principal del edificio. El presidente de la asociación de propietarios, Carter, había regresado antes de tiempo, acompañado por su esposa e hijo.

            — ¡Needles! ¡Abre! ¿Quieres?

        El hombre no podía responder. Se suponía que debían encontrarlo esposado y amordazado. También se suponía que la gente debía regresar 20 minutos más tarde.

       — ¡Needles! — El llamado se escuchó nuevamente, seguido por una pequeña conversación de Carter con su esposa — ¡El vigilante del edificio de enfrente dice haber visto a dos hombres saliendo de aquí, cargando algo! ¡También dice que ya llamó a la policía! Maldición, espero que no haya pasado nada malo. Querida, dame la llave, ¿quieres?

            — La tengo por aquí, en mi bolso. Aquí está.

            — ¡Vamos a subir!

            El asesino escuchó los pasos de Carter subiendo hacia el segundo piso. Apagó los equipos de comunicaciones, escondió los vasos, también la botella, corrió al baño, se amordazó y esposó, justo a tiempo para escuchar el violento toque en la puerta del departamento, con las sirenas policiales en la calle como fondo musical.

            — ¿Estás ahí, Needles? ¿Qué diablos…?

            — ¿Sucede algo malo, señor? — preguntó Bill, el conserje, quien había bajado desde el último piso.

            — Querida, recibe a la policía en la puerta. ¡Bill, trae la llave maestra!

            En el piso del baño, el asesino repasaba mentalmente lo que iba a decir. No tuvo tiempo de pensarlo mucho porque la policía abrió, encontrando al hombre tal como él quería que lo hallaran.

            — Soy el oficial García. ¿Cómo se encuentra? — le preguntaron tras quitarle la mordaza.

            — Bien; por favor, quítenme estas esposas. Tengo una caja de herramientas caseras en la cocina, hay una pinza de presión, también una pequeña sierra.

            — Déjeme probar primero con la llave de las mías ¿Qué fue lo que ocurrió aquí, señor?      

            — Entraron tres hombres, me encañonaron, a uno de ellos lo conocía.

            — ¿Lo conocía usted?

            — Le explicaré todo con más detalle luego de una copa de jerez.

            Carter avisó que iría abajo.

            — ¡Yo iré a ver si hay algo en el video de seguridad del lobby!

            Puesto que la llave del agente policial no pudo abrir las esposas, hubo de usar las herramientas para liberar al hombre, lo cual lograron justo a tiempo para ver a Carter, pálido como nunca, entrar de nuevo diciendo:

            — Acabo de ver las imágenes del lobby. Creo que vamos a tener que llamar a otro tipo de policías.

            En el vehículo policial, el teniente Lloyd recibió una llamada a través de la radio. Kelly escuchó con atención, pues la llamada realmente tenía carácter de suma urgencia.

            — Tenemos un código 29 con posible código 31 sin cuerpo a la vista en los apartamentos Stone, calle Sheldon, número 411, departamento 211, se requiere su presencia.

            — Avisen a Adams y a Hall, tal vez necesitemos un fotógrafo y tomar huellas. 10-4.  Kelly, me temo que vamos a tener hacer una parada en el edificio Stone, a seis cuadras de aquí.

            — Por la radio dijeron robo armado y posible homicidio. ¿Me vas a llevar a verte trabajar?

            — Solo por esta ocasión, no quiero hacer esperar a los oficiales en escena.

            — Adiós, dulce de toronja.

      El edificio Stone, de solo cuatro pisos, se alzaba sobre uno de esos barrios residenciales donde se percibe seguridad al caminar de noche, una sensación empañada tras lo acontecido apenas unos minutos antes. Por fuera, el edificio, de color plomizo casi azulado, se veía bellamente dividido en dos bloques por una estructura horizontal de madera que se elevaba hasta sobrepasar la terraza, tras lo cual se extendía a lo largo de ella. Kelly salió del vehículo mirando hacia todos lados, imaginando estar en una de esas historias de ficción pobladas de gente despiadada, así como de gente con deseos de justicia a toda costa. Al cruzar la puerta eléctrica del 411 de la calle Sheldon, sintió algo que le decía que estaba a punto de ingresar a una nueva fase de su vida, en la cual se sumergiría en terrenos solo comparables a los plasmados en sus libros de bolsillo o a ciertas historias de la pantalla chica que le siempre le parecieron fascinantes.

.           Poco después ya estaban reunidos en el departamento 211 el teniente Lloyd, su hijastra y los dos oficiales que habían acudido primero a la emergencia.

            — Soy el teniente Lloyd, de homicidios. Kelly, por favor, siéntate en ese sillón, ¿quieres? ¿Qué es lo que saben hasta ahora, oficiales?

            — Somos los oficiales Tanner y García, teniente. Fuimos alertados por el señor Benjamin Carter, presidente de la junta de propietarios. Hemos visto una grabación de la cámara de circuito cerrado en la oficina de administración, solo apunta al lobby… nunca vi algo parecido en mi vida. Dos hombres con máscaras de animales llevándose a otro enmascarado, presumiblemente muerto. El señor aquí es la víctima del robo, Ron Needles, lo encontramos esposado en el baño. Dice poder identificar a uno de los asaltantes, un ex compañero de escuela de nombre Horace Cassidy, quien asimismo es el tipo que fue llevado fuera de aquí por sus cómplices. Según el testimonio del vigilante de un edificio cercano, partieron en un auto grande, al parecer un Bronco, rumbo al norte. Hay una cámara aérea en la calle que apunta hacia la puerta y el garaje, pertenece a la ciudad. Avisamos a Tránsito para que revise esas imágenes.

            — ¿Dice que lo encontraron esposado…? — musitó Kelly, con mirada de haber notado algo que le resultaba extraño, a lo cual Lloyd le respondió con una mirada de esas que mandan a guardar silencio.

    — Lamentamos mucho lo ocurrido, señor Needles — continuó Lloyd —. Ahora debemos ponernos a trabajar. Antes que nada, veamos cómo ocurrió todo desde un principio — dijo Lloyd —. ¿Usted dejó pasar al señor Cassidy desactivando el candado eléctrico?

         — Así es. La voz que escuché por el parlante era la de Beans, así apodábamos a Cassidy en la secundaria, la escuela Marshall de la calle Roundtree. Ya me había reunido anteriormente con él, hace algún tiempo, en un bar; tomamos algo, recordando los buenos tiempos. Éramos grandes amigos entonces, no tuve problemas en darle mi dirección. Pensé que solamente quería devolverme la visita. Pero en el momento en que abrí la puerta del apartamento, otros dos tipos más irrumpieron en la sala. Todos tenían máscaras. Nunca imaginé que fuera capaz de hacerme esto… ni que ocurriría esta tragedia.

            — Dígame, respecto a esa cámara de circuito cerrado con grabación de imagen en el lobby... ¿Nadie la estaba monitoreando en vivo?

            — No, teniente, solo se instaló para revisar quién entró o salió del edificio cuando las circunstancias lo ameriten. Es obvio que esta es una de esas circunstancias.

            — ¿No hay cámaras de circuito cerrado en los pasillos?

            — No, señor.           

            — ¿Tienen un vigilante en este edificio?

            — No, solo un conserje, pero vive en un cuarto cerca de la terraza, no escuchó nada. El vigilante más cercano es el que está en el edificio de enfrente, en la acera opuesta.

            — ¿Qué se llevaron?

          — Revisé los cajones de la cómoda y se llevaron 1,400 dólares que eran para pagar ciertas deudas pendientes.

            — ¿Tiene usted un arma?

            — Sí, una Beretta, está en mi dormitorio, pueden revisarla si gustan.

            En ese momento llegaron los dos colaboradores del teniente Lloyd en la división de Homicidios. Adams, quien se encargaba de sacar fotografías, preparó su cámara; Hall se encargaría de las huellas dactilares.

            — ¿A qué se dedica usted, señor Needles?

        — Trabajo para el gobierno en comunicaciones; algunas de mis actividades son reservadas, otras no tanto.

          — ¿Sabe? Me parece extraño que justamente escogieran un día en el que no estaban presentes los propietarios.

            — No es extraño, teniente. Yo hablé demasiado con Cassidy el día que estuvimos en el bar. Para entonces ya habíamos bebido más que suficiente. Le dije que pronto se montaría un espectáculo al aire libre al sur de la ciudad, que la mayoría de las pocas familias que están empezando a poblar este edificio iban a asistir, pero que yo no estaba interesado en esas cosas. Afortunadamente Carter regresó temprano con su familia…. ¡Dios Santo, pudieron haber irrumpido en otros departamentos si no hubiera ocurrido lo que ustedes han visto! Fui muy imprudente. Lo lamento mucho.

          — Usted no podía imaginarse nada en este momento, señor. No se castigue de esa manera.  

            Kelly Sailor se levantó del sillón y empezó a recorrer el lugar hasta llegar a la habitación donde estaban los equipos de comunicaciones. En un determinado momento, mientras el agente Adams tomaba unas fotografías y Hall trataba de recuperar huellas de la cómoda, a Kelly se le ocurrió encender el aparato trasmisor que utilizó el asesino para mandar las instrucciones. El dueño de casa saltó de inmediato.

           — ¡Por favor! Teniente, dígale a la joven que no toque esos equipos, son muy delicados. Algunos son, por decirlo así, únicos en su especie.

            — ¡Kelly, ven aquí de inmediato!

            — Está bien, Peter. Lo lamento, señor Needles.

         Ahora sigamos con esto. Dígame, ¿qué pasó inmediatamente después de que los sujetos irrumpieron en su habitación?

            — Me encañonaron, me llevaron al cuarto de baño, me amordazaron y me esposaron al lavabo. Cerraron la puerta. Escuché que los otros dos discutían, diciendo cosas como “¡Mátalo! ¡Tienes que matarlo!” … algo por el estilo. No podía escuchar bien lo que hacían, pero en determinado momento escuché un ruido fuerte, chasqueante, que debía provenir de la sala, ahora sabemos que fue por la mesita de vidrio destrozada.

— ¿Escuchó algún disparo?

— No, señor, ninguno. Pensé que Beans era un gran amigo. No entiendo qué puede haberle ocurrido.

— Las drogas pueden cambiar a la gente como no se imagina, señor. He visto casos… — empezó a explicar Lloyd.

— Sí, pero, ¿por qué los otros dos se lo llevaron? — interrumpió Kelly Sailor.

— ¿Perdón? — preguntó el dueño de casa.

— Me refiero a que el muerto es precisamente el único de los tres sujetos que podía ser reconocido por la víctima, es decir usted, ya que todos llevaban máscaras. Por tanto, lo lógico es que lo hubieran dejado aquí y desaparecer.

Ron Needles, en lugar de reclamar para que la joven guardara silencio, fingió no escucharla para ensayar algo más con el teniente Lloyd.

— Teniente, debe disculparme por no haber dicho esto antes, pero le confieso que aún estoy en shock. Hay grandes detalles que ahora me vienen a la mente y la verdad es que, justo antes de irse, uno de los tipos, el de la máscara de tigre, entró al baño y me dijo algo así: “No dirás nada o regresaremos por ti. Sabemos dónde vives, te tenemos muy vigilado. Que no se te ocurra decir algo o lo lamentarás.” Ahora que lo veo, creo que con “matar” se referían a mí. Tal vez Beans, en un haz de cordura, quiso detenerlos y hubo un forcejeo; entonces algo malo le ocurrió… no lo sé, es una teoría.

Kelly Sailor, en lugar de quedarse callada, insistió:

— Es que no tiene sentido que un sujeto vaya a robar a la casa de alguien que puede reconocerlo y que sus cómplices, habiendo dicho cosas como “tienes que matarlo”, no hagan nada al respecto; en ese caso tendrían que haber matado o bien al señor Cassidy, o bien a usted, señor Needles. Puesto que usted está vivo, el señor Cassidy necesariamente tiene que estar muerto; pero la pregunta sigue siendo: ¿Por qué se lo llevaron?

Lloyd terminó momentáneamente con ese cambio de ideas preguntando a sus ayudantes si ya habían terminado con las fotografías y las huellas digitales. Habiendo recibido una respuesta positiva, invitó a todos a bajar al lobby, donde intentó calmar a un poco a su hijastra.

— Kelly, si pudieras mantenerte al margen, te lo agradecería. Este es un asunto serio.

La jovencita no dijo nada hasta que todos llegaron a la oficina de administración, ubicada en el primer piso, para que el teniente pudiera ver las imágenes grabadas. Luego de repasarlas, el teniente Lloyd reunió a todos para hacer uso de la palabra.

— Como podemos presumir, es posible que Cassidy haya colapsado en la discusión y no esté muerto realmente, a pesar de que los otros hablaron acerca de la posibilidad de liquidar al señor Needles o al propio Cassidy pues, a decir verdad, ambos eran un problema. De acuerdo a mi experiencia, la actitud de estos tipos no es propia de profesionales. Muchos de estos ladronzuelos solo utilizan sus armas para amedrentar; no son, en el fondo, asesinos, no han traspasado ese umbral que conduce al delito mayor. Cuando se enfrentan con algo cercano a la muerte, no tienen algo preparado, son gente de poca monta. No llevaban bolsas consigo, por tanto, solo buscaban dinero o joyas. Lo más probable es que llevaran a su compañero para que reciba atención; en este momento es la única explicación lógica para que se lo llevaran. Avisaremos a los hospitales para que nos mantengan informados. Adams, Hall, vean si Tránsito ya tiene noticias acerca del vehículo.

— Sí, teniente.

— Señor Needles, usted probablemente podrá solicitar protección a la oficina del gobierno para la que trabaja; sin embargo, dejaremos una patrulla aquí por unos días, aunque lo más probable es que estos sujetos estén escondiéndose en lugar de pensar en regresar. Kelly, vamos a hacer otras preguntas aquí, si puedes esperar en el auto será mejor.

— Claro, Peter. Disculpen, yo a mi padrastro le llamo Peter — dijo Kelly, dirigiéndose a la puerta.

— Espere un momento, señorita. Yo le abriré — dijo Carter, llevando una llave. 

— Pensé que para abrirla desde adentro solo se giraba la perilla.

— No, este tipo de puerta se abre con llave o desde los departamentos con un botón.

Ya con la puerta abierta, la pelirroja se dio el gusto de dirigirse una vez más a Needles:

— ¿Por qué dijo que eran únicos en su especie?

— ¿Qué? — se sorprendió el asesino. Todos voltearon hacia donde estaba ella.

— Los equipos de comunicaciones que tiene en su habitación. Dijo que algunos eran únicos en su especie. Supongo que eso significa que hay algunos que no se venden en ningún lado. ¿Los construye usted?

Ron Needles dudó antes de responder, pero al final, sintiendo la presión de la gente rodeándolo, dijo:

— Bueno, algunos sí, en mi trabajo varios colegas nos caracterizamos por tener esa habilidad.

— Gracias. Eso pensé. Bueno, ahora sí me despido. Adiós.

Kelly Sailor hizo una especie de saludo militar con la mano derecha y salió del edificio. Media hora más tarde, Lloyd, antes de retirarse, quedó en encontrarse al día siguiente con Needles y Carter, junto con el teniente Matthew Anderson de la división de Robos, en el lobby para informar verbalmente acerca de los avances en las investigaciones.

Una vez solo en su habitación, el hombre se sentó en la cama con la botella de jerez al costado, con la intención de acostarse sin comer. Se sirvió una copa, se miró frente al espejo rectangular, alzó el recipiente que contenía el líquido azul y brindó:

— ¡Por mi bocota!

Rió un poco, pero su rostro empezó a transformarse en el de un hombre desesperado hasta que, pocos segundos después, al grito de “¡Mocosa infeliz!”, estrelló la copita contra el velador, para luego echarse de espaldas sobre el colchón con las manos cubriéndole los ojos.


No hay comentarios.:

Publicar un comentario